viernes, 22 de julio de 2011

PEQUEÑOS LATIDOS DEL ALMA
CRUELDAD

A veces me pregunto que lleva al ser humano a ese terrible flagelo llamado crueldad.
Dios nos hizo a su imagen y semejanza. Yo creo en un Dios de amor y generosidad.
En el Antiguo Testamento, se lo presenta a Dios como de gran crueldad, cosa de la que reniego. Un cambio tan drástico con el Nuevo Testamento nos estaría llevando a creer que hubo dos dioses diferentes. ¿Sólo porque nació Jesús? Otra vez humanizándolo. Creo que como siempre los seres humanos cuando no lograban explicar lo que hacían, le daban fuerza de religión y a quien responsabilizar de todo pues a… ¡Dios! Allí ser terminaba toda pregunta.
Se le daba carácter humano: hoy era bueno mañana malo. Mandaba a matar a los perdedores, que se iban a otra religión, no debían quedar ni esclavos, ni mujeres, ni sus niños, ni sus animales. ¿y el libre albedrío?.
La crueldad es hacer el mal a un ser viviente, hacerlo sufrir hasta el delirio. ¿Dios es un ser sangriento… violento: que utiliza a otros para fines impiadoso? ¿Dios el gran castigador? ¿Que sentado entre nubes se complacía con el crimen y el padecer de seres, quizás, equivocados? ¿”La letra con sangre entra”? Como decían ciertos catedráticos.
La crueldad humana, aunque pequeña es irracional. Sin embargo muchos que no la cometen… aplauden (quizás por querer y no poder). Digo… si ese dolor provocado se vuelve en contra de él o los castigadores ¿Cómo reaccionarían? ¿Pidiendo piedad? Aunque algunos son tan fieros que hasta gozarían y morirían maldiciendo.
Los pueblos que padecen tanto dolor, gente desarmada que solo quieren vivir en paz con lo que tienen o no son a veces diezmados. Hoy a esto se le llama limpieza étnica. Por lo menos no cometen la ridiculez de decir que Dios lo quiso, aunque hay algunos que aún lo creen.
La crueldad de los humanos - inhumanos, se retroalimenta a sí misma. A más dolor de unos más placer del otro.
Gente que en tiempo de paz sería incapaz de semejante maldad, en tiempo de guerra, desatados los “demonios” son dueños de una maldad absoluta.
Dora del Valle D.

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